sábado, 5 de junio de 2010

¿De qué planeta viniste?


Por Fernando Arredondo

En exactamente una semana, cuando la intratable Adidas Jabulani empiece a rodar por el verde césped del Ellis Park de Johannesburgo para el primer cotejo de Argentina en el Mundial de Fútbol, ante Sudáfrica, estas líneas no tendrán ningún sentido. La pasión (¿la prima hermana de la alienación?), hará olvidar todo y cada uno alentará para el triunfo de la albiceleste desde su lugar así se esté ante su LCD de 32” comprado en infinitas cuotas o, como en mi caso, frente a un modestísimo televisor de 14” cuya marca, luego de varios años, aún no puedo memorizar. Es chino, eso si recuerdo. Y barato.
Decía que en una semana el árbitro pitará el inicio del partido, quizás Messi mueva el balón para Higuaín desde el punto central, y todo lo demás, lo dicho y lo escrito, será parte del pasado y del olvido. Una de las tantas cosas que el vértigo del momento desterrará hacia algún oscuro y frío lugar de la memoria, será la contradicción manifiesta entre el “planeta fútbol” y el otro “planeta”, el que caminamos a diario millones y millones de personas que nunca tuvimos la virtud (quizás no tenemos ninguna, vale aclarar) de sacarnos rivales de encima a lo guapo y con la pelota en los pies como Carlitos Tévez, para después clavársela en el ángulo al arquero.
La contradicción acá se mide en millones de dólares y el contraste es abismal. La primer pauta, o al menos la más factible de percibir y dimensionar, la constituye el dato publicado en el diario deportivo español Marca: los jugadores de la selección argentina cobrarán casi 2,5 millones de pesos (medio millón de euros) en caso de salir campeones. Bastante más que Diego y los suyos en el 86, cuando apenas llegaron a los 30.000 dólares per cápita por traerse la Copa. Una cuenta veloz hecha en la Redacción cuando conocimos la noticia del medio millón de euros, nos arrojó como resultado que ese monto equivale a unos diez departamentos en el centro de Paraná. En tren de seguir comparando (y de digerir la noticia) sirve marcar que “la mujer más poderosa del mundo”, como describió la revista Forbes a la presidenta alemana Ángela Merkel, tiene un sueldo anual de 250.000 euros, la mitad del premio que recibirá, por ejemplo, el jugador sabalero Ariel Garcé si el equipo se queda con la copa en Sudáfrica.
Por supuesto, semejantes diferencias no son atribuibles a los jugadores (ellos son solo una circunstancia), sino a lo que el negocio del fútbol genera. A fines del año pasado la consultora internacional Deloitte & Touche difundió un estudio realizado para la Annual Review of Football Finance que indicaba que el fútbol a escala planetaria (si se lo considerara un país) ocupa el 17° lugar en la economía mundial. Esto a partir de contar con un PBI de 500.000 millones de dólares, que le sirve para superar a economías tan pujantes como las de Taiwán, Suiza o Bélgica. El mismo estudio determinó que de acuerdo al balance de 2009, la FIFA terminó el año con 200 millones de dólares a favor. Si uno recuerda que el año pasado las principales economías mundiales caminaban por la cuerda floja a causa de la crisis generada en Estados Unidos al explotar la burbuja de las hipotecas, situación de la que no logran salir, lo del fútbol se erige en un hecho paradójico. Las últimas previsiones indican que el impacto global del Mundial que empieza el viernes será de 7.000 millones de dólares. Una cifra sideral si se observa que la cita mundialista esta vez será en un país donde un cuarto de los 49 millones de habitantes no tiene trabajo y la mitad es pobre y vive con menos de 5 pesos argentinos al día.
Como ya advertí, solo se trata de nimiedades. Lo importante acá es traer la Copa como en el 86, que los brasileños nos miren salir a la calle a festejar y así coronemos un Bicentenario imposible de igualar. Lo demás, son berrinches de resentidos.

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