lunes, 28 de junio de 2010

Los retos de la participación


Fernando Arredondo

El viejo esquema comunicacional que tenía a un emisor activo en un extremo y receptor pasivo del otro hace tiempo que ha pasado a mejor vida. De la mano de las nuevas tecnologías aquello explotó en mil pedazos y dio lugar a circuitos de direcciones múltiples. El cambio más notable que esto ha acarreado es que los medios han dejado de tener la potestad absoluta sobre la producción de los contenidos informativos. Hoy “el público” ejerce su poder desde distintos espacios: un blog propio, su perfil en Facebook, con un simple SMS o con un comentario al pie de la nota publicada on line por cualquier medio.
Sin dudas, para la mayoría de los periodistas y los medios el antiguo modelo era infinitamente más cómodo de administrar que el actual. Hasta no hace mucho tiempo la repercusión de tal o cual información se medía principalmente por la réplica de los implicados en la noticia o por la atención o no que le prestaran los colegas a la información difundida. Ahora, merced a los nuevos dispositivos tecnológicos, prácticamente se puede ir auscultando la vida de la noticia o de lo que se haya transmitido minuto a minuto, a medida que corre (si es que corre y no muere en el intento) entre lectores, televidentes o radioescuchas. Y esa respuesta moldeará o al menos marcará límites y proyecciones para la próxima producción y así sucesivamente. Mal que les pese a muchos esto también es un negocio y como reza el cartel de algún hipermercado, el cliente siempre termina teniendo la razón.
Pero no todo es color de rosas, por supuesto. Esta aún novedosa situación conduce hacia nuevos problemas que obligan a innovadoras soluciones. Dos situaciones similares ocurridas durante esta semana muestran las dificultades que se empiezan a afrontar al momento de abrir la participación del público en cada noticia. El primer caso, el más cercano, fue el de La Nación. El domingo 20 el diario de los Mitre publicó en papel y web una nota titulada “Mensaje conciliador y señal de continuidad”, sobre Héctor Timerman, a dos días de su asunción en Cancillería. Los editores de lanacion.com.ar en un momento de la tarde debieron cerrar los comentarios “debido a ataques antisemitas” contra Timerman. Públicamente el medio no dio mayores explicaciones, pero dejó en claro una estricta política de tolerancia cero a los comentarios contra la comunidad judía.
El otro caso es de España. El miércoles pasado en Cataluña un tren bala arrolló a trece personas, todos bolivianos, ecuatorianos, colombianos y chilenos. El accidente, en la estación de Castelldefels fue motivado por la imprudencia de gente que cruzó la vía rumbo a una playa cercana, sin advertir la llegada del convoy, a casi 150 kilómetros por hora. El diario 20Minutos, en su sitio web, ante la recepción de comentarios xenófobos y crueles al pie de la noticia de la tragedia, advirtió a los lectores que debían rectificar el rumbo de sus mensajes. Al no lograr su objetivo, solo permitió que comentaran usuarios registrados. Como esto tampoco resulto, se tomó la medida más drástica: bloquear todos los comentarios. Luego de este episodio, el medio decidió adelantar la puesta en marcha de una nueva política para la publicación de comentarios, medida que se venía planeando desde tiempo atrás.
Las dos situaciones puntuales nos advierten que se deberán ir estableciendo en conjunto, entre medio y público, tácita o explícitamente, pautas de comportamiento y responsabilidad aunque más no sea, de mínima, por decoro y, de máxima, para que estos nuevos espacios de comunicación no se vayan convirtiendo lentamente en una cloaca inmunda.

sábado, 19 de junio de 2010

“La extraña supervivencia de la tinta”


Fernando Arredondo

El título de esta columna es un plagio, lo aclaramos de entrada. Si hasta el maestro Pablo Picasso se permitía decir que “si hay algo para robar, lo robo”, ¿cómo no vamos a necesitar de esa licencia también nosotros?
Bien, el título en cuestión es el de una editorial publicada la semana pasada por el semanario inglés The Economist sobre el estado de la industria editorial en el mundo. En ella se indica que, contra todos los pronósticos, los diarios de papel parecen haber superado con relativo éxito la crisis que amenazaba con llevárselos puestos a manos de, entre otras cosas, la gratuidad de internet y los números empiezan a equilibrarse. Que sea The Economist quien difunda estos datos no es un detalle menor: se trata del mismo periódico que hace cuatro años tituló estridentemente en su tapa “Who killed the newspaper?” (“¿Quién mató a los diarios?”). “Me hace acordar a esos diarios que corrigen el error de una necrológica haciendo resucitar al muerto que estaba bien vivo”, escribieron al respecto y con sarcasmo en el blog hispano-argentino paperpapers.blogspot.com.
En líneas generales el semanario apunta que esta supervivencia ha costado mucho. Cita el caso de la empresa estadounidense McClatchy, propietaria de 30 diarios, entre ellos The Miami Herald, que se vio obligada a reducir un 25% sus costos para mantenerse a flote. En febrero del año pasado esa firma había anunciado el despido a 1.600 empleados, el 15% de su plantilla.
Otra editora norteamericana, Gannet, tomó la decisión de que 46 de sus casi 100 diarios se aboquen solo a las noticias locales. Las nacionales se bajan y se publican directamente desde el Usa Today, el popular diario nacional, propiedad de la misma empresa. Este mismo grupo en marzo de este año anunció un aumento de 51% en sus ganancias, contra el mismo mes pero de 2009.
Del otro lado del Atlántico, en Alemania, Mathias Döpfner se aventura a decir que “lo impreso vivirá más tiempo de lo que la gente cree”. Döpfner es el jefe ejecutivo del grupo Axel Springer Verlag AG, propietario de los diarios germanos Die Welt y Bild, este último el más vendido de Europa. El primer trimestre del año para Axel Springer fue el más rentable de sus 64 años de historia: reportó un margen de beneficio del 27%. “Si los periódicos están en crisis, me gusta crisis”, se atreve a decir Döpfner.
Más cerca de nosotros en Brasil, ni siquiera hay rastros de crisis: en la última década se ha expandido en un millón de ejemplares la circulación, llegando a los 8,2 millones en promedio por jornada.
Otra información, en este caso propia, nos marca que el papel aún goza de buena salud: UNO aumentó un 14% su circulación midiendo abril de 2009 y el último abril. Los datos pertenecen al Instituto Verificador de la Circulación. Paralelamente los ingresos al sitio en internet del diario crecen día a día, llegando a pico de 12.000 visitas diarias. Eso demuestra que no se trata de hacer una cosa o la otra, sino ambas y que se puede lograr un crecimiento dual.
Como dijo Alberto Arébalos, director de Comunicaciones Globales y Asuntos Públicos de Google para América Latina, a los diarios “a los diarios nos los va a matar el Internet. Los va a matar el aburrimiento”. Encontrar la fórmula para evitarlo es el gran desafío.

viernes, 11 de junio de 2010

Estrellas que no estarán en la cancha


Por Fernando Arredondo

El mundial de fútbol tiene, además de la contienda deportiva, otro gran atractivo para el público en general y para el periodismo en particular: el impacto que tendrán las redes sociales de internet en la cobertura de lo que pasa en Sudáfrica.
Mes a mes se multiplican las conexiones en todo el mundo. Para señalar una pauta de este crecimiento solo basta recordar la nota publicada el domingo pasado por UNO que dio cuenta de que durante 2009, y pese a la crisis económica, en la provincia se incrementaron un 15% la cantidad de conexiones residenciales a internet, llegando casi a 80.000. Si a esa cifra la multiplicamos arbitrariamente por cuatro (una familia tipo), podríamos aventurarnos a decir que en 2009 más de 300.000 entrerrianos ya accedían a internet solamente desde sus hogares (descontando cibers y conexiones laborales). Esto significa que casi un 25% de la población de la provincia está “on line”, basándonos en las proyecciones que indican que Entre Ríos tiene una población de 1,2 millones de habitantes. Es de esperar que este año, con una situación económica un poco más aliviada en general, más personas hayan logrado acceder a la red y que esa cifra haya crecido exponencialmente.
En ese contexto las nuevas herramientas que el avance tecnológico pone a disposición de todos aquellos que pueden costearse una computadora e internet brindarán una perspectiva muy distinta de la que se tuvo –¡tan solo cuatro años atrás!– del Mundial Alemania 2006 y por supuesto, de todas las citas mundialistas previas.
Tres hechos sirven para comprender el por qué de los cambios: 1) Mark Zuckerberg puso en marcha Facebook en febrero de 2004; 2) Chad Hurley, Steve Chen y Jawed Karim hicieron lo mismo un año después con YouTube, 3) un poco más acá, el 13 julio de 2006, Jack Dorsey lanzaba Twitter, la red social estrella del momento. Cuatro días antes, el 9 de julio, la selección italiana se había coronado en Berlín.
Estos tres datos sirven para observar que la explosión de la internet 2.0, la que rompió con el viejo y vertical esquema comunicativo del emisor activo y el receptor pasivo, fue ayer nomás. Por lo tanto no habían existido posibilidades de verla en acción en situaciones trascendentales. De todos modos hay que subrayar que algo ya se vislumbraba, sobre todo en situaciones trágicas. Por ejemplo, fue vital el rol que jugaron Facebook y Twitter en los terremotos recientes de Haití y Chile no solo para saber qué era lo que sucedía, sino además para intervenir o ayudar.
Hay periodistas de los grandes medios nacionales enviados a Sudáfrica que están iniciando su experimentación con estas nuevas herramientas. Por suerte hay algunos que están dando cátedra en el uso de Twitter, por ejemplo, entendiendo a la perfección que se trata de hacer algo sustancioso y con brevedad. Son los casos de Gonzalo Bonadeo, Diego Latorre y Juan Pablo Varsky. No son los únicos, hay más y no solo de la Argentina.
Ellos están configurando una opción más que seductora que afortunadamente nos ayuda a eludir el bochorno que en general son las transmisiones televisivas, excepto honrosas (y escasas) excepciones.

sábado, 5 de junio de 2010

¿De qué planeta viniste?


Por Fernando Arredondo

En exactamente una semana, cuando la intratable Adidas Jabulani empiece a rodar por el verde césped del Ellis Park de Johannesburgo para el primer cotejo de Argentina en el Mundial de Fútbol, ante Sudáfrica, estas líneas no tendrán ningún sentido. La pasión (¿la prima hermana de la alienación?), hará olvidar todo y cada uno alentará para el triunfo de la albiceleste desde su lugar así se esté ante su LCD de 32” comprado en infinitas cuotas o, como en mi caso, frente a un modestísimo televisor de 14” cuya marca, luego de varios años, aún no puedo memorizar. Es chino, eso si recuerdo. Y barato.
Decía que en una semana el árbitro pitará el inicio del partido, quizás Messi mueva el balón para Higuaín desde el punto central, y todo lo demás, lo dicho y lo escrito, será parte del pasado y del olvido. Una de las tantas cosas que el vértigo del momento desterrará hacia algún oscuro y frío lugar de la memoria, será la contradicción manifiesta entre el “planeta fútbol” y el otro “planeta”, el que caminamos a diario millones y millones de personas que nunca tuvimos la virtud (quizás no tenemos ninguna, vale aclarar) de sacarnos rivales de encima a lo guapo y con la pelota en los pies como Carlitos Tévez, para después clavársela en el ángulo al arquero.
La contradicción acá se mide en millones de dólares y el contraste es abismal. La primer pauta, o al menos la más factible de percibir y dimensionar, la constituye el dato publicado en el diario deportivo español Marca: los jugadores de la selección argentina cobrarán casi 2,5 millones de pesos (medio millón de euros) en caso de salir campeones. Bastante más que Diego y los suyos en el 86, cuando apenas llegaron a los 30.000 dólares per cápita por traerse la Copa. Una cuenta veloz hecha en la Redacción cuando conocimos la noticia del medio millón de euros, nos arrojó como resultado que ese monto equivale a unos diez departamentos en el centro de Paraná. En tren de seguir comparando (y de digerir la noticia) sirve marcar que “la mujer más poderosa del mundo”, como describió la revista Forbes a la presidenta alemana Ángela Merkel, tiene un sueldo anual de 250.000 euros, la mitad del premio que recibirá, por ejemplo, el jugador sabalero Ariel Garcé si el equipo se queda con la copa en Sudáfrica.
Por supuesto, semejantes diferencias no son atribuibles a los jugadores (ellos son solo una circunstancia), sino a lo que el negocio del fútbol genera. A fines del año pasado la consultora internacional Deloitte & Touche difundió un estudio realizado para la Annual Review of Football Finance que indicaba que el fútbol a escala planetaria (si se lo considerara un país) ocupa el 17° lugar en la economía mundial. Esto a partir de contar con un PBI de 500.000 millones de dólares, que le sirve para superar a economías tan pujantes como las de Taiwán, Suiza o Bélgica. El mismo estudio determinó que de acuerdo al balance de 2009, la FIFA terminó el año con 200 millones de dólares a favor. Si uno recuerda que el año pasado las principales economías mundiales caminaban por la cuerda floja a causa de la crisis generada en Estados Unidos al explotar la burbuja de las hipotecas, situación de la que no logran salir, lo del fútbol se erige en un hecho paradójico. Las últimas previsiones indican que el impacto global del Mundial que empieza el viernes será de 7.000 millones de dólares. Una cifra sideral si se observa que la cita mundialista esta vez será en un país donde un cuarto de los 49 millones de habitantes no tiene trabajo y la mitad es pobre y vive con menos de 5 pesos argentinos al día.
Como ya advertí, solo se trata de nimiedades. Lo importante acá es traer la Copa como en el 86, que los brasileños nos miren salir a la calle a festejar y así coronemos un Bicentenario imposible de igualar. Lo demás, son berrinches de resentidos.